En los años 90s, específicamente en Seattle, nació y tuvo
auge lo que muchos consideran la última rama del rock que dio frutos dignos,
aunque de sabor amargo. En grunge se convirtió en la voz de toda una generación
de adolescentes desencantados: un filtro bastante fatalista de la vida y el
mundo. Muchas bandas se dieron a conocer al margen del género y algunas de
ellas fueron tan grandes que se ganaron un lugar fijo en la historia de la
música, pero, como siempre, la pirámide tiene un punto fijo que se erige
sobre el resto. Nirvana se consolidó
como la cabeza del movimiento, como prototipo de las oleadas de agrupaciones
que siguieron nutriendo el género y cimentándose como una de las referencias e
influencias más fuertes de los últimos 20 años. A su cabeza: Kurt Cobain, el tipo que se convirtió
en arquetipo del grunge.
No se puede hablar de grunge sin hablar de Kurt Cobain y a
25 años del suicidio del músico, y en homenaje a la voz de la crudeza humana,
queremos resaltar las características que no solo llevaron al guitarrista a ser
una de las personar más influyentes de los 90s, sino que delineó los contornos
con que entenderíamos el sonido de Seattle:
el ejercicio performático de traducir una personalidad a todo un movimiento. Entender
la propuesta de Kurt Cobain es definir el grunge.
VOZ
Uno podría pensar que el instrumento sobre el cual se
sustenta el grunge es la guitarra (y un modo muy específico de tocarla), la
verdad es que esta es solo el 50%. La voz, a menudo desgarrada y quejumbrosa,
de Kurt Cobain podría dar una primera impresión de una falta de técnica vocal
adecuada. Nada más erróneo. Partamos del hecho de que buena parte de la esencia
del género es el desencanto y la crudeza con que es presentado el mundo; una
voz adecuada para el grunge debe ser una capaz de trasmitirlo. La mirada ruin
que se cola en las canciones de Nirvana no solo podía estar presente en sus
letras y Kurt es un maestro en utilizar su voz como el medio para dar veracidad a los relatos de las canciones.
Lograr cantar todo el tiempo con ese tono ronco y
desencantado no es tarea fácil ni mucho menos algo que deba ser tomado
como aleatorio o fútil. Escuchar canciones de la banda acapella, permite notar la verdadera técnica y peso que la proyección de la voz le da a la canción tal como Cobain lo proponía. Una voz muy bien
manejada, pero llena de grietas: tiene una facilidad impresionante para pasar de
sonar ronco, a sonar ligeramente desafinado, a lanzar gritos desgarrados, todo
como parte de la crudeza que exige la puesta en escena del grunge.
Ese tipo de voz “sucia” ya tenía precedentes en géneros como
el punk, pero lo que varía aquí es la intención. Cuando oímos a Sid Vicious interpretar My Way (una canción que recordamos en la
fascinante voz de Frank Sinatra) desafinada y llena de disonancias, sabemos que la
interpreta de esta manera porque ese era la voz, y así mismo el legado, que el líder de los Pistols tenía para ofrecernos. Kurt no, su
voz agrietada y rústica es la elección propia y consciente de dejar de lado la “perfección”
o “limpieza” de una voz que quería cantar para exaltar exactamente lo opuesto.
ESTILO
Cuando pensamos en Kurt Cobain vienen a la cabeza dos imágenes:
jeans desteñidos, 3 capas de camiseta, camisa leñadora igual de desteñida que el
jean y el icónico saco verde, visiblemente andrajoso, que utilizó en el unplugged; y Kurt Cobain usando vestidos
de flores que le daban justo encima de sus rodillas. Al respecto alguna vez
dijo: “Poniéndome un vestido demuestro que puedo ser tan femenino como yo
quiera.” Lo anterior, dicho en una entrevista hecha después de lanzar
el videoclip de In Bloom: video en el
que al principio toda la banda aparece con un estilo muy Beatle, que es la
antítesis plástica de lo que están cantando. El público, también una sensación
del público enloquecido de los años 50, llegan al éxtasis cuando la banda cambia, se revela y ,
todos vestidos “de mujer”, desbaratan el escenario en una concordancia perfecta
con la música.
El estilo desaliñado del cantante, mezclado con sus rasgos
delicados y su cabello rubio (casi una plastificación de la dicotomía del manejo
de su vos) se transformó en una de las referencias más reconocibles de Cobain.
Sin embargo, lejos de ser solo un estilo personal, no es raro que se tome
también como una forma tangible y una extensión de lo que quería expresar en
sus canciones. Si los Beatles usaban
trajes para presentarse a su público como gentlemans
y hoy en día Lady gaga materializa su
excentricidad en su vestuario ¿por qué no pensar que el look desaliñado de
Cobain era también parte del show?
ACTITUD
NADA ME IMPORTA, TODO
DUELE. Esa sería la frase con la que definiría a Kurt. De nuevo dos
opuestos dolorosamente reconciliados en él. Tanto en las entrevistas hechas al
músico como en las posteriores películas, largometrajes y documentales en dónde
lo han interpretado; su voz, al hablar, aparece apacible, calmada, lenta y
terriblemente lúcida. Aunque piensa y busca las palabras antes de utilizarlas,
no se le dificulta explicar y contestar lo que le preguntan y lo que piensa. Es
verdad que hay un cambio radical en el pensamiento que revelaba en sus primeros
años en el medio, y las últimas entrevistas que le hicieron, sin embargo, siempre
mantiene una honestidad visceral, que devela una reflexión constante sobre la
vida, y un tono de voz que a veces da la impresión de estar hablando de
cualquier cosa, menos del peso, casi trascendental, con la que asume dichas
reflexiones.
Luego, en los conciertos, en su forma de cantar, todo se
vertía en un solo extremo: la terrible lucidez convertida en fatalismo, el ruido, la angustia.
Su cuerpo, su cara y su voz lo revelaban. Volver a la calma era, tal vez, la
forma de equilibrar todo lo que se quedaba en el escenario. Nada me importa, todo duele.
Si hablamos de lo que define a Cobain, o de lo que podemos
extraer del material que nos quedó de su vida, porque esa es la verdad: no
conocemos a la persona, sino al artista; accedemos a una personalidad de
contradicciones, de opuestos, de extremos que se reúnen en uno solo. Tal vez de
ahí viene todo el tormento. Lo interesante es que lo que siempre asumimos de la
personalidad de un ícono es, visto a escala, el manifiesto del grunge. Una
reinterpretación hecha en los años 90 del siglo XX de algo que ya antes nos
habían delineado, con mas o menos cercanía, artistas como Charles Baudelaire,
Patrick Süskind o Toulouse-Lautrec, la posibilidad, o tal vez la necesidad, enfrentar cara a cara una mirada realista/fatalista de lo que nos rodea, a veces para encontrar belleza en ello, a veces para poderlo enfrentar.
Cuando se habla del suicidio del líder de Nirvana, suele encontrarse un comentario general en el que se dice que la presión que ejerció la vida artística sobre el músico fue tan pesada y tan difícil de manejar que terminó por acabar con él. Una afirmación que pareciera decir que en algún momento se rindió ante la terrible verdad que le exigía la vida que había escogido; pero afirmar eso me parece una ligereza. Hay que ver a Kurt Cobain, en vivo, poniéndole el pecho al lado tormentoso de su vida, hay que oírlo cantar sobre el miedo, sobre la desesperación, sobre el sinsentido y entender que, tal vez, esa fue su forma de asumirlo. No hablo de romantizar su suicidio, sino de no dar por hecho que hay una sola manera de enfrentar ese lado oscuro de la vida. Los que decidimos quedarnos, tal vez, decidimos también tomar un poco más de tiempo para afrontar con la misma lucidez lo que Cobain lograba plasmar en 3 minutos de canción, o inducir en todo un movimiento.
Cuando se habla del suicidio del líder de Nirvana, suele encontrarse un comentario general en el que se dice que la presión que ejerció la vida artística sobre el músico fue tan pesada y tan difícil de manejar que terminó por acabar con él. Una afirmación que pareciera decir que en algún momento se rindió ante la terrible verdad que le exigía la vida que había escogido; pero afirmar eso me parece una ligereza. Hay que ver a Kurt Cobain, en vivo, poniéndole el pecho al lado tormentoso de su vida, hay que oírlo cantar sobre el miedo, sobre la desesperación, sobre el sinsentido y entender que, tal vez, esa fue su forma de asumirlo. No hablo de romantizar su suicidio, sino de no dar por hecho que hay una sola manera de enfrentar ese lado oscuro de la vida. Los que decidimos quedarnos, tal vez, decidimos también tomar un poco más de tiempo para afrontar con la misma lucidez lo que Cobain lograba plasmar en 3 minutos de canción, o inducir en todo un movimiento.
Gracias a él por su legado y a ustedes por leer.
Rock and Roll forever, my friends!
Pensando en el grunge, hubiera sido pertinente, más que hablar de su tiempo mainstream con Geffen Records, los tiempos de SubPop, y cómo se amalgamaban bandas de sonidos diversos pero con ese espíritu de desidia drente a ese mundo que Reagan le vendía a los estadounidenses.
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