A Latinoamérica llegó el rock en forma de imitadores.
Imitadores de Elvis Presley, imitadores de Chuck Berry y muchos, pero MUCHOS
imitadores de The Beatles; imitadores, en fin, de las grandes bandas europeas y
norteamericanas que movían el mundo en esa época. Años después, en unos países primero
y otros después, empezaron a visibilizarse bandas que ya no imitaban, sino que
creaban y, sin embargo, esas primeras bandas seguían sonando un poco a The
Doors, un poco a The Clash, pero en español. El rock había llegado a América
Latina para quedarse.
De grandes bandas de rock en español tenemos una lista
extensa. En general la gente del ‘nuevo mundo’ supo adaptarse muy bien, desde
su propia realidad, al sonido por excelencia de los 60s, 70s y 80s. Sin embargo,
hubo unas pocas, poquísimas, bandas latinas que no ‘se adaptaron’ sino que se apropiaron
del rock. Creo que los dos ejemplos más claros son: Caifanes, desde México, y Los Prisioneros, desde Chile. Por
ellos nos reunimos hoy.
Aparecieron en el panorama musical chileno en 1979. Claudio Nerea, Miguel Tapia y, por
supuesto, el gran Jorge Gonzales eran
sus integrantes y apenas unos ‘gallos’ (20 añitos) cuando grabaron el gran ‘La
Voz De Los 80’ su álbum debut. Desde entonces se convirtieron en un ícono
nacional que hasta nuestros días perdura. Pero la verdad es que de su primer
trabajo discográfico solo sexo logó
pegar en una que otra emisora. De resto, recuerda Jorge con cariño, “fue en las fiestas del liceo, en las casas,
donde La Vos de los 80 de convirtió en un éxito (…) era música que entró por
las casas, la gente ponía la música en sus casas y la compartían, que es una de
las maneras más bonitas de hacerse conocido…” Sin duda, el logro más grande
que alcanzaron con su primer álbum fue convertirse, literalmente, en la voz, no
solo de Chile, sino toda América Latina que, por esos años, los países que la conforman,
ya empezaban a compartir la tensión política y social para la que las canciones
de Los Prisioneros sirvieron de
desahogo y grito. Ellos no habían hecho ‘rock en español’, ellos estaban
haciendo rock latinoamericano, en su muestra más pura.
Llega 1986 y llega el segundo álbum de estudio de la banda.
Un álbum qué, paradójicamente, contiene lo mejor y “lo peor” de Los
Prisioneros. Pero para entender el álbum a fondo, recordemos al Chile de aquellos
años. La dictadura de Pinochet iba a mitad de camino, duraría hasta 1990, y con
su régimen militar llegó, también, el paquete completo de medidas neoliberales
al país. El resultado: un tremendo desbalance entre las capas sociales más
altas y las más bajas. Los ricos cada vez más ricos, con la posibilidad de
pagar servicios de salud y educación de calidad, y los pobres… bueno, los pobres
estaban pateando piedras. Para quienes la situación económica no alcanzaba para
acceder a servicios de calidad, la gran mayoría, tuvieron que conformarse con
lo que el estado, precariamente, podía ofrecerles. Es en esta situación política
y social es donde Pateando Piedras ve la luz.
El sonido del álbum es, sobre todo, la latinización definitiva
del New Wave, 15 años después de su aparición en Reino Unido; un sonido que América
Latina no conocía en su idioma hasta el momento y que nos hizo abrir los ojos
como platos cuando escuchamos 'Muevan las
Industrias' en la radio. El gran sonido que consiguió la banda para, la
mitad, del álbum fue gracias a Alejandro ‘Caco’ Lyon, el ingeniero de sonido, y
propietario de la cocina donde ocurrió la magia de Pateando Piedras. Tenía un
estudio de 16 pistas, más grande de lo normal, y se permitieron la
sincronización del secuenciador, los teclados y la batería programable al multitrack.
Si no entendieron nada de lo último se los traduzco: lograron un sonido nunca
antes producido en Chile, y que a nivel mundial no hacía tanto tiempo se estaba
trabajando. La sacaron del estadio.
Unas líneas más arriba dije que este álbum contenía, también,
“lo peor” (así, entre comillas) de la banda y es que ‘Exijo ser un héroe’ y ‘Una
mujer que no llame la atención’, entre otros, y a criterio de los propios músicos, son
temas que musicalmente están ‘incompletos’ casi como si fueran demos. Pudieron
haber tenido una mejor producción, pero no la tuvieron. ¿Por qué? ¿Por qué el
contraste de producción tan drástico entre ‘Muevan
las industrias’, ‘El baile de los que sobran’ y ‘¿por qué no se van?’ y los últimos temas del álbum? Por dinero.
Cuando la gente que estaba patrocinando la producción se dio cuenta del valor
de la batería y demás piezas rentadas que Los
Prisioneros estaban utilizando para componer y grabar, les exigieron bajar
los costos y conseguir equipos más baratos. “No
hubo nunca nadie, ni las compañías de discos, ni el manager o alguien que se
interesaran por hacernos las cosas más fáciles (…) nunca nos pasaron un peso
para hacernos más sencillo todo y los porcentajes que se llevaban los huevones
era bestial…” dice Jorge respecto al tema “Pero bueno, así es este mundito de la música.”
A pesar de la dicotomía del sonido del álbum, la verdad es
que, incluso ‘los temas malos’ son himnos para el chileno y el latinoamericano
promedio, pues la calidad de las letras, la realidad que cantan, el sentimiento
que destilan y las verdades que escupen son el mundo de que los que vivimos aquí
(o al menos de la mayoría).
“Las calles vistas desde las ventanas
altas son tan iguales,
pateando piedras y juntando monedas soy un simple auditor,
lunes, martes, miércoles, jueves en las paredes del metro,
el metro cada día, ese soy yo.
No salgo, me voy a acostar, estoy aburrido de caminar,
la vida es tan cara, tan aburrida…”
pateando piedras y juntando monedas soy un simple auditor,
lunes, martes, miércoles, jueves en las paredes del metro,
el metro cada día, ese soy yo.
No salgo, me voy a acostar, estoy aburrido de caminar,
la vida es tan cara, tan aburrida…”
Un irónico ¡Hola! Al día a día desde la primera estrofa de ‘Exijo ser un Héroe’. ¿Acaso existe un
latinoamericano decente que no haya cantado a todo pulmón “¡LAS INDUSTRIAS! ¡MUEVAN LAS INDUSTRIAS!” (Canción
que, por cierto, está inspirada en las miles de personas que perdieron el
trabajo cuando Pinochet y los ‘chicago boys’ emprendieron sus cambios
neoliberales en el país) o “SI TU VANGUARDIA AQUÍ NO SE VENDE, SI QUIERES
SER OCCIDENTAL DE SEGUNDA MANO, ¿POR QUÉ NO SE VAN? ¿POR QUÉ NO SE VAN, NO SE
VAN DEL PAÍS?” (Para todos los
pseudointelectuales de la época para quienes la cultura, ¿o el folklor?,
latinoamericano no era suficiente para que el público entendiera su arte.) y
por supuesto la canción insignia de los karaokes habidos y por haber en los
colegios, bares, casas y reuniones con amigos y familia:
“Únanse al baile, de los que sobran,
nadie nos va a echar de más,
nadie nos quiso ayudar de verdad…
nadie nos va a echar de más,
nadie nos quiso ayudar de verdad…
Nos dijeron cuando chicos,
jueguen a estudiar.
Los hombres son hermanos y juntos deben trabajar.
Oías los consejos,
los ojos en el profesor,
había tanto sol,
sobre las cabezas…
¡Y no fue tan verdad!, porque esos juegos al final
terminaron para otros con laureles y futuro
y dejaron a mis amigos ¡pateando piedras!”
¿Hay
que dar alguna explicación para esta canción en un continente en el que casi
todos sobramos? Gracias Prisioneros por hacernos libres, al menos en los
karaokes, gracias por ser una muestra preciosa de lo que es utilizar la música
como protesta social, gracias por hacer de Latinoamérica algo un poquito mejor,
gracias por sacar adelante un proyecto como este en situaciones tan precarias y
con mentes tan cerradas tratando de impedirlo, gracias por las ganas, porque al final de cuentas, eso
es lo que nos sigue manteniendo vivos. Ayer fue 1 de mayo, día internacional de
los trabajadores. Más de 30 años después, seguimos pateando piedras.
El álbum, para los prisioneros, significó la consolidación de la banda como una de esas imperdibles en el panorama musical latinoamericano. Hay quienes dicen que sin el, los tres chilenos hubieran quedado en el olvido, pero aquí están, en la memoria musical de todos (incluso de mi mamá que estuvo tarareando todo el álbum, desde la cocina, mientras yo escribía esto.) Con sus altos y sus bajos, Los Prisioneros, demostraron con su segundo álbum la capacidad asombrosa que tenían para crear y producir material exitoso y de calidad.
(Pd.
Esta entrada va especialmente dedicada a mi profe de filosofía de 11 y al profe
Luís Carlos de la universidad Autónoma por utilizar a Los Prisioneros y sus
canciones para acercarnos a las realidades sociales de nuestro continente; y mi
señora madre por todas las tardes maravillosas que hemos pasado cantando El baile de los que sobran a gritos por
toda la casa.)
Gracias,
también, a ustedes por leer (y por corear las canciones, yo sé que no se
aguantaron) y a los señores Tapia, Nerea y Gonzales (por las ganas) por
hacerlo.
¡Rock&Roll Forever my Friends!
Alto disco
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