Hablemos sobre literatura japonesa.
Hasta hace un par de décadas, en occidente, el conocimiento sobre la cultura
oriental era prácticamente inexistente. Sin embargo, hace algunos años, nombres
como Haruki Murakami, Yasunari Kawabata, Kenzaburō
Ōe y Yukio Mishima han empezado a aparecer en el panorama literario
de occidente. La obra que vamos a utilizar como excusa para el post de hoy es
del último autor mencionado. Se titula Música y fue escrito en 1965.
Antes de entrar directamente con
el contenido de la obra de Mishima, vamos a dar un pequeño repaso sobre la
lógica de la composición narrativa japonesa. Esto no lo hago porque sí, sino
porque me he dado cuenta de que, a menudo, tanto en las reseñas escritas (al
menos en español) como en conversaciones sobre el libro con otras personas, se
suele tildar a Música como una historia aburrida y hasta sosa. Yo misma lo
creía así, hasta que un ataque de curiosidad me llevó a comprender que esa
percepción de la obra podría tratarse más bien, de una incomprensión lectora de
mi parte.
La diferencia entre el cómo ha
surgido y se ha desarrollado la cultura de oriente, y la cultura de occidente,
es abismal. Las similitudes son más bien escasas y las veces en que, por lo
menos desde el arte occidental, se ha intentado entrar en contacto con oriente,
han sido contadas. (veamos por ejemplo a Antonin
Artaud cuando, en la primera mitad del siglo XX, enriqueció la concepción
del teatro occidental, manifestando su interés en el teatro oriental y
complementándolos. Manifiesto que toma forma en ‘El teatro y su doble’ en 1938) Pero estos casos, como lo mencioné
antes, no son abundantes, dando como resultado que, entre las culturas, exista
una patente discrepancia.
Nosotros, como occidentales,
estamos acostumbrados a asumir una narración de forma aristotélica (esto es:
inicio, nudo y desenlace. Para no complicarnos tanto.) En condiciones normales,
una novela occidental busca resolver un conflicto: lo presenta (inicio), lo
desarrolla hasta llevarlo al clímax (nudo), y, para bien o para mal, lo
resuelve (desenlace). Esta es la forma en que nos enseñan a leer desde que
tenemos 3 – 4 años y es así como nuestra cabeza, por costumbre, aborda el
contenido de lo que leemos. Esta no es la lógica que sigue la narrativa
japonesa y, por lo tanto, tampoco sus lectores.
Gran parte de la narrativa
japonesa se encuentra basada en la lógica narrativa del teatro Noh (Es decir en
una forma no aristotélica de narración). En
esta manifestación artística, el tiempo funciona diferente a como la cultura
occidental lo propone. Aquí la historia se encuentra dividida en tres movimientos: Lento, Medio y Rápido.
De esta misma manera se configura la narrativa japonesa. Es decir: sus novelas
no tienen inicio, nudo, desenlace (o al menos no como occidentalmente lo
asumimos) sino tres movimientos: lento, medio y rápido (hablando puramente de
lo esencial).
Esto, palabra más palabras menos,
significa el cómo el lector siente el
desarrollo de una novela japonesa, los acontecimientos que propone el autor y
su forma de narrarlos. Por eso podemos encontrarnos, fácilmente, con la opinión
de que las novelas japonesas son desesperantemente lentas al principio y
absurdamente rápidas al final. Esta configuración narrativa, a primera vista,
puede resultar chocante para el lector acostumbrado a los textos configurados
desde la lógica occidental, pero eso no significa (lo digo porque lo aprendí a las
malas) que la obra sea mala. Eso sí, debo advertirles, que esto no quiere decir
que TODAS LAS OBRAS JAPONESAS se sientan con ese ‘desarrollo lento’. Esto
también depende mucho del gusto del lector por otros detalles dentro del estilo
del escritor. Pero de forma purista, esa sería la concepción de la narrativa
japonesa.
‘Música’ no es para
nada la excepción. Es más bien la confirmación de la regla. La novela de Yukio
Mishima, subtitulada “Una interpretación psicoanalítica de un caso de frigidez
femenina” es la historia de Reiko, una hermosa joven quien posee la “incapacidad para oír la música”. Esta
afirmación no resulta ser más que la metáfora formulada por Reiko al
Psicoanalista quien lleva su caso, para darle a entender que a lo que se
refiere, es a su incapacidad para sentir orgasmos. La novela se nos presenta a
modo de diario donde el narrador es el propio psicoanalista quien ha llevado el
caso de Reiko Yumikawa. De aquí en adelante la historia se centra en los
desesperados intentos de un médico que intenta curar a su paciente y una paciente
que está decidida a no revelarle al médico la razón de ser del problema.
En la historia intervienen mas
bien pocos personajes, siendo aún menos los que resultan indispensables para la
historia. Sin embargo, ir descubriendo el carácter y la evolución de estos contados
personajes se convierte en el empuje que necesita el lector para no abandonar
el libro. El relato es, también, un repaso de varios de los trastornos que una
persona normal, que no se dedica a la psicología, habrá oído alguna vez:
complejo de Electra, histeria femenina, complejo de castración, etc.
No les voy a mentir: el libro
tiene un desarrollo lento. Pero no porque sea un mal libro sino por todas las
razones que les he dado arriba. Lo que les quiero recomendar, si van a leer por
primera vez el libro, o por si ya lo leyeron, les pareció fatal, pero le
quieren dar otra oportunidad, es que intenten disfrutar otros aspectos de la
obra, más que afanarse por si el conflicto se va a resolver o no. Los detalles
de las descripciones y los pensamientos del psicoanalista no están allí puestos
de forma gratis y conforman una gran parte de la lógica de la narración. Los
sentimientos de los personajes, las historias alternativas que surgen de
repente, las largas cavilaciones del doctor, los giros inesperados…van más allá
de unas cuantas páginas llenadas por capricho. Son, más bien, la forma que
Mishima tiene para expresar la complejidad de la mente y el cuerpo humano y su
relación con la sexualidad y el amor. Traten de percibir ello, de asumir la
obra, no esperando una historia común de occidente, sino teniendo en cuenta
todo lo que la narrativa japonesa supone.
Sin duda, no es la mejor obra del
escritor pero les aseguro que, si la ven con ojos nuevos, tampoco es la obra
aburrida y decepcionante de la que muchos hablan. Seamos coherentes y no intentemos leer obras orientales con expectativas occidentales. Verán como marca un claro punto de diferencia.
¡Gracias por leer!
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