"vengo a cantarles sin afinar porque mi canto no es especialista
vengo del monte, soy montañero, siempre me arrebato, siempre me revuelvo
siembro guayabas, vendo por bultos su bocadillo pal que le guste"
Montañero. Esta fue la primera canción que pudimos escuchar de lo que sería la nueva entrega de Edson Velandia, un álbum que llevaría el mismo nombre. Si bien su último trabajo fue "La Nevera" que lanzó junto a La Tigra, hace 11 años no teníamos ningún álbum que tuviera la misma linea que Socrates: realizado para el público "mas pequeño". Lo anterior lo pongo entre comillas porque Velandia nos ha enseñado que la música para niños no debe ser inversa o lejana a la música para adultos, para ser mas claros, no existe una diferencia mas que la narrativa en la realización de música para ambos públicos. Sí, es evidente que el léxico es mas sencillo y las temáticas varían y se distan un poco de sus trabajos anteriores como solista, pero aun así es un álbum que permite que el joven y el adulto puedan disfrutar y también identificarse con los relatos de las canciones, solo tiene como elemento adicional la picardia de cualquiera de nosotros en años infatiles.
De hecho, desde la realización podemos evidenciar el disfrute para todas las edades, ya que este álbum fue un trabajo conjunto entre Velandia, Adriana Lizcano su compañera y Nayra y Luciano, sus hijos. Todos cumplen un papel primordial e irreemplazable dentro de este disco que le da forma, color y estructura a todo su desarrollo.
Desde el inicio vemos al polifacético artista ponerse en los zapatos de su niño interior y empezar a tejer una madeja de análisis de mundo a través de otra mirada. Existe una relación evidente con su contexto geográfico específico, la mayoría de canciones están estrechamente conectadas con la montaña, los paisajes y de las experiencias que estos lugares suscitan.
En general todo el álbum es muy divertido, tiene la esencia que ya conocemos de este personaje, los instrumentos son curiosos y muy caseros; es picaresco, irónico y en momento absurdo, como en El Elefante en donde aparece de la nada un "animalón" (esta letra me parece específicamente curiosa, porque el manejo del discurso genera una visión del animal dentro de la cabeza de quien lo oye. Si bien el elefante ya posee un significado que representa altura y volumen, las palabras usadas dentro de la descripción lo maximizan, a mi parecer, un montón) o El Chulito donde pretenden convertir en vegetariano al animal carroñero por excelencia. También hay otras canciones sobre animales como Las Palomas que no necesitan lucas y Los Ratones que huyen de la muerte con su astucia.
Pero además de esta diversión a la que ya estamos acostumbrados, hay dos temas que tienen otra connotación. Por un lado tenemos Serenauta, una de mis canciones favoritas de este álbum, que no es mas que un vallenato coqueto con un manejo espectacular de figuras literarias, con las que Velandia juega de manera muy astuta para construir a través de los ojos y la mirada un universo completo. Es una canción para dedicar, pasa de ser una ronda para niños a ser un tema comparado, por ejemplo, con Balada (2011, SuperZencillo) solo que un poco mas bailable:
"Yo soy el astronauta con casco y overol, con botas y con tanque para tomar oxigeno
que bonitas las pupilas que tu tienes en esos ojazos,
oye que bonito que me miras, que bonito y que espacial
hoy me siento universal pa' darte una serenauta"
Y la otra es Emilio. Cada que escucho Emilio lloro un poquito. Los que tuvimos la oportunidad de ver el lanzamiento de este álbum en la libélula dorada, tenemos en la cabeza la imagen del burro interpretando esta canción con una luz tenue con aire melancólico. Emilio, cuenta la historia de un pequeño que sobrevive a uno de los momentos mas tristes recordado por todos: Armero. A lo largo de esta canción sentimos el vacío y la desdicha de ver y no encontrar nada de aquello a lo que estábamos acostumbrados. Finalmente "el niño que se salvó del derrumbe agarrado de los cuernos de una vaca" tal y como lo dijo Velandia, resuelve este conflictivo momento huyendo hacia otro planeta; es la canción mas conmovedora de todo este trabajo.
"falta la calle, tengo el permiso
falta el cerro, tengo el chamizo
falta la ronda, tengo el matacho
falta la seño, faltan los muchachos..."
Tras esto viene la canción de la bruja, que es supremamente divertida, es una pugna entre un niño y la autoridad. La Bruja representa todo aquello que los niños odian; cuando la mamá no lo deja salir, cuando la profesora lo regaña, cuando algo le es negado. La Bruja es la pesadilla de la cotidianidad de un pequeño, pero en esta canción hay una disputa irónica del niño revelándose contra esta posición, como cuando dice "pues que venga yo la espero y entre los dos la charlamos y si me quiere llevar, a usted también la invitamos". esta canción la pienso en comunión con No Me Gus porque también muestra un disgusto, aunque el de esta canción es auto-referido, es una canción fea y habla sobre su propia condición de fealdad —aunque en realidad no es tan fea como se denomina—.
También contiene una reelaboracion de Aserrin Aserran, una ronda infantil por excelencia. Para finalizar está La Tetica que parece una canción de cuna, tanto por su lentitud como por su letra, de esta ultima me llevo la imagen de los títeres de la chivita bebé y la chiva madre del lanzamiento de la libélula.
De nuevo, Velandia logra atraparnos otra vez, junto con su familia en esta ocasión, y nos invita a participar de un mundo en el que estamos a diario pero del que no observamos todo. Reproduzcan este disco con su hermanito o sobrino o hijo o abuelita o tio. Porque la música para Velandia no es mas que acrobacia y este álbum, al igual que su discografía, es un gran acto al que todos están invitados.
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